En este video, Rigoberto Macías, profesor de ArtsMusica.net, reflexiona sobre un aspecto fundamental de la interpretación pianística: el equilibrio expresivo entre las dos manos. Explica que, aunque el piano permite una riqueza sonora y polifónica comparable a la de una orquesta, esa expresividad solo se logra si cada nota se ejecuta con la intención que le corresponde. Esto implica comprender cuál es su función dentro del contexto musical: si pertenece a la melodía, al acompañamiento o a otra textura.
Desde el comienzo, insiste en que no se debe tocar todo con el mismo volumen o énfasis. Es esencial jerarquizar: saber qué mano lleva la melodía y cuál el acompañamiento, y ajustar el peso sonoro de cada una en consecuencia. Para ilustrarlo, el profesor presenta tres ejemplos con dificultad progresiva.
En el primer caso, “Can’t Help Falling in Love”, muestra cómo la melodía en la mano derecha debe destacar claramente sobre el acompañamiento en la izquierda. Utiliza colores (verde para la melodía, azul para el acompañamiento y rojo para algunos acentos rítmicos) para visualizar cómo deben distribuirse las intensidades. Sugiere que la melodía esté, por ejemplo, a un volumen de 6 sobre 10, mientras que el acompañamiento debe permanecer en un 4. Incluso dentro del acompañamiento, el primer pulso de cada compás ternario debe acentuarse ligeramente, pero siempre sin eclipsar a la melodía.
El segundo ejemplo, “The Sound of Silence”, complica la textura. Aunque mantiene una estructura similar, el acompañamiento es más activo, con un bajo en movimiento continuo que podría fácilmente sobreponerse a la melodía si no se controla. De nuevo, recurre a la codificación por colores para distinguir los diferentes niveles de intensidad dentro de la misma mano izquierda: un rojo para los pulsos más importantes (el primero y el tercero en compases de 4/4), azul para las notas restantes y verde para la melodía, que debe estar siempre por encima de todo.
El tercer y último ejemplo es “Nuvole Bianche” de Ludovico Einaudi. Aunque comienza con acordes que parecen uniformes, demuestra que incluso en los acordes simultáneos hay una jerarquía sonora: la nota más aguda suele ser la melodía y debe destacarse frente a las demás. A medida que la pieza avanza, la mano izquierda adopta un patrón de corcheas en un compás de 12/8, lo cual requiere aún más control para lograr una textura fluida sin entorpecer la línea melódica. Aquí vuelve a enfatizar los acentos rítmicos en los tiempos uno y tres del compás, distribuyendo las intensidades cuidadosamente para mantener la claridad.
Con estos ejemplos, el profesor subraya la importancia de no caer en la mecanicidad de tocar todas las notas al mismo nivel. Comparándolo con la pintura, dice que sería como cubrir un lienzo con un solo color sin distinguir las figuras. Tocar el piano implica decidir constantemente qué nota debe brillar y cuál debe acompañar desde la sombra. La técnica, insiste, no es el fin, sino un medio para lograr una interpretación con intención, expresividad y sentido musical.
Finalmente, se invita a reflexionar sobre cómo se escucha lo que se toca y se anima a todos los estudiantes de piano a integrar esta dimensión expresiva en su práctica diaria, más allá de simplemente ejecutar correctamente las notas.
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